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DE REGRESO DE UNA EXPERIENCIA MISIONERA

GRACIAS FAMILIA SS.CC.

Al  iniciar este compartir me pregunto por dónde empezar.  Algunas ideas cruzan mi espíritu, las cuales paso a compartirles de una manera simple y espero sean comprensibles para todos.

Hace 14 años tuve la gracia de cumplir el sueño de ser enviada en misión al África.  Estos años han enriquecido mi consagración religiosa en un ambiente que me ha permitido experimentar,  en profundidad, lo que es vivir la oración, el espíritu de familia, el servicio, en un ambiente de internacionalidad SS.CC.

“Ir en misión”,  fue el ideal que latía en mi corazón desde que tuve consciencia cristiana, ideal que se fortaleció con el testimonio de Damián, “apóstol de los leprosos”. Ir en misión significaba para mí, compartir mi vida, mi fe, a través de los valores propios del Carisma y de la Espiritualidad SS.CC., sabía que no iba a salvar nada, ni a nadie, tenía claro que un misionero es un enviado a COMPARTIR su fe;  es  una “persona de paso”, un colaborador.

“Estar en misión”, “dejar tierra, familia…” por amor al Evangelio, es sentirse rodeada de NOVEDAD, es como “nacer de nuevo”, es atreverse a “dejar” dejar tu piel y asumir la de aquellos que te reciben, es aprender a tomar posición frente a esquemas, paradigmas, simplemente DIFERENTES a los conocidos, a los que estamos habituados, es una oportunidad para volver amar y dejarse amar.  “Estar en misión” significó para mí estar abierta a esa novedad, estar disponible a acogerla, amarla y a gastarme por ella. Este fue mi objetivo, deseo y desafío de cada uno de los días que han formado estos 14 años.

Durante este tiempo, he podido vivir la alegría de experimentar el desarrollo de capacidades personales desconocidas, que surgieron del profundo deseo de servir a quienes fui enviada, eso me ha permitido experimentar  y comprender, con el corazón, al Buen Padre, a  Damián,  quienes se hicieron: carpintero, plomero, arquitecto, “anda tierra”, leproso…,  por servir a sus pueblos, negándose a sí mismos, para que los valores del Reino germinen y se fortalezcan.

Doy gracias al Señor por África, especialmente por nuestras hermanas, hermanos y laicos ss.cc., con quienes, a través de los diferentes servicios ejercidos  juntos,  redescubrimos con alegría las semillas del Reino en cada uno de nuestros corazones y  culturas.

Asumir un sueño, un desafío,  tener objetivos en la vida, es un don y una gracia imposibles de vivirlos solos. Un misionero no existe sino cuando es enviado por alguien y hacia alguien. Y en esta interacción en la que ambas partes se sienten acogidas, aceptadas, se abre para el misionero la posibilidad de compartir. Un misionero se fortalece, se levanta, acoge, llora y supera su debilidad, sus sombras, sus fracasos, sus errores, al pié del SAGRARIO y al calor de una comunidad.  Esta es la práctica cotidiana que me ha permitido hacer la experiencia del “Dios con nosotros”, del Dios presente en la historia, en mí historia y en las del pueblo Mozambicano y Congolés, con el cual tuve la alegría de compartir mi vocación y misión.

Mi agradecimiento profundo a la Congregación, que me ha permitido vivir esta experiencia misionera SS.CC. en tierras africanas. Hoy renuevo mi sentido de pertenencia a esta mi querida Provincia del Ecuador.

Marzo 2014

Con cariño,  Norma Naula, ss.cc.

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