BODAS DE PLATA
Lugarda Rodríguez, ss.cc. - Norma Naula, ss.cc.
25 Años Contemplando, Viviendo y Anunciando la Misericordia de Dios.
Celebrar, es un momento oportuno para agradeceral Señor su amor y misericordia en estos 25 años de vida religiosa, en palabras de S. Juan Pablo II, “don y misterio”. Un don que he recibido y que quiero compartir con las personas con las que vivo y trabajo. Un misterio que me llena de profunda gratitud.
Pasando el tiempo, me doy cuenta que lo que realmente importa, no es tanto lo que hago, sino lo que estoy llamada a ser, pues es un camino que dura toda la vida y me siento muy lejos de la meta: ser más de Cristo para darme y darlo a Él, para que las personas experimenten su amor. Nuestro carisma es el AMOR y esto resuena cada vez más en mi corazón. Al final es lo único importante.
Considero mi vocación en la Congregación SS.CC., un regalo de Dios, una manera concreta de vivir y amar, de poner al servicio de los demás las cualidades que Dios me ha dado, es mi camino de FELICIDAD.
Cada día Cristo me fascina más y esto me hace ser muy feliz y plena, en medio de las dificultades, cruces, sufrimientos y retos que la vida misma me presenta. ¡Vale la pena responder generosamente a Cristo e invertir la propia vida en lo único necesario! Como un llamado dentro de un llamado… es decir, que el primer amor fue renovado en la experiencia de desierto, donde Dios hizo Su alianza con Su pueblo… Cada día me permite constatar que sólo quiere y necesita que le permita traslucir la luz de Su amor, para que las personas puedan descubrir la belleza de Su amor.
Me asombro que hayan pasado tan rápido estos 25 años de consagración a Dios y a los demás. Los he vivido intensamente tratando de amar, aún en medio de mis limitaciones. Los he vivido plenamente, pero veo con claridad que mi amor ahora es más puro y desinteresado que al inicio; se ha purificado y ha madurado en el dolor. “En Su nombre” he lanzado las redes y he superado retos que humanamente nunca pensé que podría alcanzar. He aprendido muchas cosas a lo largo de estos años, pero algo que ha sido contundente y que he aprendido bien es: la fidelidad de Dios. Por eso quisiera prolongar por toda la eternidad este salmo de gratitud y alabanza: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor” (Salmo 88).
De las experiencias apostólicas más bonitas que he tenido, han sido cuando he transmitido la fe, sobre todo a aquellas personas más necesitadas y humildes, escucha, cercanía con jóvenes y niños.
Es una buena ocasión para dar gracias a Dios por el don de nuestra vocación y de nuestra respuesta generosa, porque dejándolo abrazamos el proyecto de Cristo, Él quiso contar con nosotras y nos invitó para una misión especial. Atender esta invitación ha significado abandonar la barca de nuestras seguridades y dejar a Dios realizar su proyecto.
Han pasado 25 años de Consagración a los SS.CC. de Jesús y de María, y éstos han ido dejado huellas de amor, también han experimentado tristezas, alegrías, gozos y esperanzas, pero siempre con la lámpara encendida, alimentada por la luz de Cristo que no tiene ocaso.
Nos hemos dejado seducir por Jesús, y Él ha hecho de nosotras mujeres con mirada contemplativa de la realidad, del mundo, de la iglesia. Con gran dinamismo vivimos nuestra opción de vida, en una comunidad concreta, anunciando, con nuestro testimonio, la Palabra del Dios-Amor, a niños, jóvenes, hermanas con quienes compartimos nuestra vida y misión, cada día.
Gracias Señor Jesús por el don maravilloso de la vocación religiosa, nos consagramos hace 25 años, dejamos todo para seguirte: familia, trabajo, amigos y entregamos nuestras vidas a Dios. Hemos contemplado, vivido y anunciado la misericordia de Dios al mundo, con actitudes de sencillez, servicio, alegría, solidaridad, liderazgo, valentía, riesgo, fe, oración y entrega generosa a la Misión.
Nuestra vida ha estado al servicio de los más pobres dentro y fuera del país. Tú, Señor, las sostienes con tu gracia y amor.
Hoy nuestra vida nos llena de inmensa alegría. Jesús y el Reino nos siguen fascinando.
Agradecemos a Dios, a nuestros familiares que nos regalaron la vida, a la Congregación de los Sagrados Corazones que nos acogió y nos ha apoyado en nuestra formación integral, a nuestras formadoras que nos acompañaron en el seguimiento vocacional, a cada una de las hermanas SS.CC., hermanos SS.CC., y laicos; de manera especial a nuestras hermanas mayores, que con su testimonio de alegría, fidelidad, comunión, esperanza, son un referente para nuestros seguimiento a Cristo. A nuestras compañeras de camino y seguimiento, gracias por la vida compartida y celebrada. A los niños y jóvenes que son el dinamismo de nuestro Celo Misionero; al personal docente, amigos, invitados, que nos brindaron su apoyo en todo momento. Gracias infinitas a Dios por el regalo maravilloso de la vocación.
Fraternamente,
Lugarda Rodríguez ss.cc.
“Yo, Norma R. Naula Ll., renuevo los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia, como hermana de los Sagrados Corazones, a cuyo servicio quiero vivir y morir”
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25 AÑOS ¡!!!!!
…¿De qué?...
De experimentar el llamado constante del Señor a seguirle. De aprender y re-aprender a responderle. Pues, el SI que di el 12 de diciembre 1992, se ha renovado, día a día, y de manera significativa y profunda en cada Noche Buena al pie del Pequeño de Belén, en el oratorio de una comunidad o en la “misa del gallo”, en alguna parroquia africana ss.cc. junto a mis hermanos/as ss.cc.
De haber dejado padres, hermanos/as, ciudad, estudios, trabajo, amigos/as, para caminar en pos de un sueño: ser misionera ss.cc., para evangelizar lugares y tierras extranjeras… me imaginaba hablando otros idiomas, compartiendo la Buena Noticia, aunque en realidad en aquel momento no entendía el verdadero significado y contenido de lo acabo de escribir…, pero ese sueño fue para mí la estrella que me guió hacia Jesús, el misionero del Padre, quién me hizo un cariñito permitiéndome compartir mi vida, mi fe, mi persona, con mis hermanos africanos.
De entrega gozosa al Señor. Al hablar de gozos, no omito el dolor, los momentos de tristeza, de crisis, de dudas, al contrario, bendigo esas experiencias de muerte y resurrección que me han ayudado y me siguen ayudando a ser consciente de mi realidad “soy vasija de barro”.
Durante estos 25 años, yo misma y quienes han compartido conmigo, hemos saboreado mis cualidades, nos hemos asombrado por aquellas potencialidades que se concretizaron, hemos sufrido, rabiado, resucitado a causa de mis flaquezas, terquedades, sombras….creo que he ayudado a algunos en su santificación (¡!)…
De saborear, gustar, profundizar hasta las lágrimas, el inmenso amor de Dios, de palpar su bondad y misericordia. Sí, Él me conocía, y me conoce mejor que yo misma, por ello me llamó, sabía dónde podía servir más y mejor. Y tal cual lo describen los profetas Oseas y Ezequiel: Él me ama, me ama con amor eterno, cuando me extravío me busca hasta encontrarme, me lava, me limpia, me adorna con su gracia, y me desposa nuevamente!
De constatar su generosidad: “quien deja por mí patria, tierra, familia, recibirá la vida eterna y el ciento por uno en esta tierra”, “el zorro tiene madrigueras, las aves un nido…pero el Hijo del Hombre...”, “la mies es abundante los obreros pocos”, son citas bíblicas que hasta hoy motivan mi vocación. Recuerdo que ante el desafío y la pena de dejarlo todo, especialmente mi familia, María Elena Rojas, ss.cc., me dijo: “no sufras, Jesús tomará tu lugar en la familia, Él ocupará tu lugar”. Y así fue, Él ha cumplido su promesa, durante todos estos años ha sido y es compañero fiel de la familia Naula LLangari, por lo cual le soy infinitamente agradecida.
Hoy constato que recibí un corazón, un espíritu misionero desde el seno de mi familia, moldeado por el testimonio de entrega generosa y servicio humilde, constante y valiente de mis padres, fortalecido, pulido en el Carisma y Espiritualidad de mi nueva familia SS.CC.
De búsqueda de coherencia, transparencia, gozo, sencillez en la vivencia de mis votos. Anhelo y ruego al Señor la gracia de amar, cultivar, defender, vivir y morir en castidad, pobreza y obediencia, al estilo propio de nuestra familia SS.CC., he aquí la clave para alcanzar mi felicidad. Que Dios me ayude y su santo Evangelio.
Al finalizar este compartir, agradezco a todas y cada una de mis hermanas y hermanos ss.cc., familiares y amigos, que se sacrificaron para acompañarnos y celebrar con nosotras (Lugarda y yo) nuestras bodas de plata de consagración religiosa.
También aprovecho este medio para hacer llegar mi gratitud a mis hermanas ss.cc. con quienes compartí la misión en África y el Año sabático en Francia, para quienes la distancia no ha sido impedimento para hacer llegar su saludo a la ocasión. A cada una mi cariño y afecto.
Unida en los Sagrados Corazones de Jesús y de María
Norma Naula, ss.cc.