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Pedro dice: quedemos aquí, hagamos 3 chozas y no demos ni un paso más, porque no nos vamos a complicar la vida, no caminemos a Jerusalén porque sabemos lo que nos espera, seamos prudentes, hasta aquí nomás lleguemos, no tiremos mas de la cuerda, no sigamos a Jesús hasta exagerarnos, porque vamos a quedar mal, ya ven que todo el mundo está contra nosotros, paremos aquí, hemos trabajado hasta donde hemos podido. Pero una voz se escuchó: “Tu eres mi hijo muy amado”. No se si ustedes tienen el mismo miedo que Pedro, al mundo y al futuro, pero las primeras comunidades si tenían miedo al mundo y al futuro, porque tenían delante el problema, y piensan en dar paso al retorno, pero también en aquel momento, se renovaron al encuentro con Jesucristo en el monte Tabor y su paso fue sin retorno. Hay que seguir, porque la fe no es solo camino, la fe es horizonte, es novedad. Con Jesús hemos dado un paso sin retorno, ni regresión, ni parálisis, un paso adelante, ese paso hay que dar porque nos hemos fiado que Él, ciertamente, es un enigma y estamos con Él donde sea. Ese paso es el paso del monte y ese paso es el que quisiéramos dar, de tal manera que vamos a poner todas nuestras energías, no en defendernos, no en conservar, no en vivir simplemente, sino en seguir, seguirle, porque la promesa de Jesús es real y cumplida. “Un día vuelvo a mi granero, después de haber dicho la misa, me arrodillé junto al corporal que yo creía tener siempre el Santísimo Sacramento y vi entonces lo que somos ahora, me parecía que estábamos varios reunidos y formábamos un grupo grande de misioneros que debían llevar el Evangelio todas partes, mientras pensaba pues en esta sociedad de misioneros, le vino también la idea de un grupo de mujeres…” Se ve que este hombre no se quedó a contemplar su propia realidad, dio un paso adelante, vio el horizonte, y por eso están ustedes aquí, porque alguien se atrevió a mirar el horizonte. Miren al horizonte y den un paso adelante.

Dice Aparecida 41, “Los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido, necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de Él en su seguimiento la dignidad y plenitud de la vida”. Es la propuesta, hay que recomenzar desde Cristo, para hacer lo mismo.

 

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